Un brindis por el descorche

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La mitad de los alcornoques de todo el mundo se encuentran en la península ibérica. Y no nos referimos al adjetivo calificativo, ese otro tipo de “alcornoques” de naturaleza simple, está más extendido pero menos cuantificado.

Deberíamos dar las gracias a estos robustos árboles. Multitud de especies animales y vegetales están asociados a ellos, generando ecosistemas estables y ricos. Los alcornoques son representativos vegetales fénix de la naturaleza; amigos que nunca fallan y perdonan nuestras faltas, siempre firmes contra fuego, viento o incompetencia. Su gruesa corteza les salva de incendios y es cedida altruistamente para uso industrial. Este majestuoso gigante está profundamente enraizado a nuestra historia. Entre España y Portugal, se abarca la mitad de los alcornocales de todo el mundo y más del 80% de la producción del corcho mundial.

La tala indiscriminada, los incendios y la especulación inmobiliaria merman nuestros bosques, pero cuando las políticas medioambientales no salvaguardan el entorno, lo puede hacer la industria, la misma que en ocasiones es responsable de la deforestación.

El corcho está siendo sustituido tristemente por materiales no sostenibles. Cada día es más frecuente encontrar botellas de vino y cava con tapones de plástico. Si otros medios fallan -el óxigeno que liberan los árboles no se mide en euros, por lo tanto no siempre despierta interés comercial- hay que convencer a empresarios e instituciones de que la superficie forestal, además de “ornamental” es rentable. Nuestro mensaje es claro y directo: La naturaleza, salvo contadísimas excepciones, no suele ser mejorable. El corcho debe seguir siendo nuestro gran aliado, ya sea en forma de tapón o como aislante natural.

Cooliflowerenses, si queremos corresponder al alcornoque sin ser tocayos, brindemos con conocimiento. Utilicemos corcho y salvaremos bosques.


Si desaparecieran las abejas
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